miércoles, 20 de marzo de 2013

Finlandia y Filandia


Posiblemente fundada con el nombre de Finlandia el 20 de agosto de 1878, considerada como caserío en 1883, Filandia fue erigida en municipio en 1884, segregándolo de Cartago y Salento y del cual hicieron parte Villa Quindío y Alejandría, hoy Montenegro y Quimbaya, respectivamente.
Si examinamos el mapa de nuestro Gran Caldas, observamos que muchos de los nombres de sus regiones son de procedencia extranjera: Armenia, Barcelona, Circasia, Génova, Montenegro, La Tebaida, Arabia, Manzanares, Marsella, Palestina, Pensilvania, Salamina, Viterbo, etc. A este tenor en el resto del país. Lo que ofrece la ocasión propicia para especular en algo que ha estimulado la curiosidad parroquial por conocer la denominación exacta de su territorio. "Historiadores" advenedizos afirman que su nombre proviene del latín filia y del inglés land, baturrillo que para ellos traduce hija de los Andes, cuando land significa -en este caso- tierra, terreno, suelo; y sanseacabó. Por ejemplo: Groenlandia viene del inglés Greenland que quiere decir Tierra Verde, homeland es tierra natal o Promised Land es Tierra de Promisión. Andes se escribe igual en inglés, y andino Andean. (Como bien se sabe, en inglés va con mayúscula la letra inicial del gentilicio). Y, para colmo, también se ha parloteado que Filandia procede del latín y el quechua, en evidente despropósito de marca mayor.

No es materia de discusión que nuestros fundadores conocieran el latín o el inglés o el quechua; hombres de jornadas fuertes y duras, bizarros pioneros de nuestro terruño grancaldense "que tenían el alma buena y la conciencia simple" como en el consabido poema de Jorge Robledo Ortiz, no podían ser amigos de disquisiciones filológicas nacionales o foráneas para designar el pueblo por ellos fundado. Lisa y llanamente lo bautizaron Finlandia, como el país europeo del mismo nombre. Como se anotó anteriormente, muchos de los nombres de nuestros pueblos -como tantos del país- son de origen extranjero; el nuestro es uno de ellos, y le correspondió Finlandia. Lo demás son invenciones de última hora. Tengamos en cuenta que nuestros fundadores bautizaban sus creaciones con nombres extranjeros (Filadelfia, Salento, Sevilla), nombres indígenas (Calarcá, Quimbaya, Sogamoso), nombres religiosos (Santa María, San Francisco, San Antonio), con el apellido de uno de los fundadores (Pereira, Marulanda -Caldas-) y con personajes de la historia colombiana (Bolívar, Nariño, Córdoba). Afirmar que el latín, el inglés y el quechua son la etimología de Filandia causa más hilaridad que compasión. Los señores Bernardo Hernández Quintero y Ernesto Peláez Gómez sostienen que el párroco por 22 años Francisco de Paula Montoya (1901-1923) expresaba con energía el nombre de Finlandia, porque -según él- así había sido bautizado su feudo pastoril; que lo otro eran híbridos rebuscados de los ocurrentes de turno. Es probable que a algún ingenioso bohemio o no bohemio, adicto a versiones abultadas y a latinajos y extranjerismos sin pies ni cabeza, se le antojara suprimir la primera ene y publicar a los cuatro vientos lo de hija de los Andes, lo que paulatinamente se fue aceptando hasta oficializarse definitivamente el nombre contrahecho y adulterado de Filandia. No olvidemos que nuestra comarca también ha cosechado y acogido músicos, poetas y locos.

También es verosímil que el primer vicepárroco, Ismael Valencia, decidió per se incluir un latinismo en el nombre de su parroquia, dada su facultad soberana para influir o mandar a los feligreses y a las autoridades, y así fijar en el ánimo siquiera un vocablo de la lengua del cristianismo en occidente.

Desde luego que esto no cambia nada. Filandia es el nombre oficial y popular aceptado. (Por ello, el gentilicio es filandeño y no filandés). Pero todo lo dicho es una curiosidad histórica que tal vez nunca sea dilucidada. Ni falta que hace.

En este mismo blog puede encontrar el artículo “Finlandia,diciembre 1884”, el afiche “Colonización antioqueña” y el mapa "MONTAÑA DE EL QUINDÍO" de Francisco Javier Vergara y Velasco(1860-1914), geógrafo, cartógrafo, historiador y militar colombiano, autor de "Atlas completo de geografía colombiana" (1906-1910), 93 mapas, entre otras publicaciones. En este mapa aparece en la parte superior izquierda FINLANDIA, subrayada en rojo.




Jaime Naranjo Orrego















La colonización antioqueña


Fotocopia de la reproducción aparecida en el Magazín de El Espectador del 13 de julio de 1986. El afiche original de 1896 fue presentado en la exposición de la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá, con motivo de los cien años de la Constitución de 1886. Con lupa, se puede apreciar, en primer lugar, el nombre de Finlandia - 1878; sigue Puerto Berrío, etc.



Finlandia, diciembre 1884


"...pasamos por Las Cejas y llegamos a lo más alto del Quindío, el llamado Boquerón a 3.485 metros sobre el nivel del mar, a cuyo flanco izquierdo se levanta la misma cumbre nevada del Quindío (5.150 metros). Soberbia, casi tanto como el panorama de los Llanos, se abre aquí la perspectiva del valle del Cauca. Aparece como una extensión inmensa cubierta de negros y sombríos bosques, donde solo algunos pocos ríos han excavado sus lechos. En la lejanía, formando la rampa del valle, álzase la Cordillera Occidental, uniforme y de un color negro azulenco. Este agreste cuadro podría calificarse ciertamente de adusto y grave, a no tenderse sobre él aquel cielo único, que parece superar en mucho al de Italia por su rutilante azul y su limpia claridad.
En rápida subida, por un resbaladizo suelo de arcilla roja, llegamos a la pequeña ciudad de Salento. La superior categoría de la población se hacía ya notar por la existencia de telégrafo y de farmacia. Bajamos luego hacia el río Boquía, en cuya proximidad encontramos buen asilo nocturno en casa de un antioqueño. De este encantador y verde valle debimos salir a la mañana siguiente por el Alto del Roble (2.080 metros). Durante varias horas habían luchado hasta allí con el terrible camino nuestras pobres cabalgaduras, sucias ya hasta los ollares. Era un terreno de bosque, arcilloso e inundado. Por el medio día llegamos a Finlandia, una aldea recién fundada y en la que solo antioqueños se habían establecido. Era día de mercado y de misa. La plaza se veía enteramente llena de gente de la nueva colonia, que charlaban sin tregua, interrumpiéndose tan solo para arrodillarse en el momento de alzar. La música eclesiástica era horrible. Un quejumbroso clarinete y una trompeta suspiraban de continuo los mismos compases.
Sopa de maíz, pan de maíz (arepas) y hasta un trozo de pan, amén de los fríjoles y la carne de cerdo, platos habituales de la gente de Antioquia, nos compensaron debidamente de las pasadas fatigas. Y a la tarde seguimos el viaje, ahora ya sobre terreno seco, a través de unos bosques magníficos de enormes bambúes y ante los limpios y graciosos ranchitos de los antioqueños. En todas partes obteníamos, por poco precio, leche o pan de maíz.
El Quindío propiamente dicho quedaba a nuestra espalda. El paso es tan sano, tan puro el aire, que raramente acontece que enferme algún viajero; muchos llegan a afirmar haberse curado allí de dolencias y malestares, lo que en todo caso es atribuible al mayor ejercicio.
El 28 de diciembre llegamos por fin, después de tres horas de cabalgada, al río La Vieja, que tiene allí 100 metros de anchura..."

Fragmento del libro El Dorado-Estampas de viaje y cultura de la Colombia suramericana escrito por el Dr. Ernst Róthlisberger (1858-1926), cuya primera edición fue publicada en Berna en 1897 y la segunda en Stuttgart en 1929, póstuma, ambas en alemán; la primera edición en español fue publicada en 1963 por el Banco de la República de Bogotá (481 págs). El autor, de nacionalidad suiza, estuvo a cargo de la cátedra de Filosofia e Historia de la Universidad Nacional de 1882 a 1885 por petición del gobierno colombiano al Bundesrat (Consejo Federal de Suiza), hecha por Carlos Holguín, en ese entonces ministro plenipotenciario acreditado ante las cortes española e inglesa. Después de haber regresado a Suiza, el profesor se casó en 1888 con Inés Ancízar, única hija del escritor y político bogotano Manuel Ancízar (1812 - 1882).

"Colombia fue para mí, aunque no un El Dorado, sí un país al que, con sus bellezas naturales, su notable evolución histórica, sus contrastes, sus gentes, he cobrado mucho cariño y al que, con toda el alma, deseo un porvenir mejor. Allí se me descubrió una rica fuente de observaciones y experiencias, que invito a compartir conmigo a los propicios lectores", dice el autor.

Jaime Naranjo Orrego
20/3/13


jaimenao@outlook.com





































El Tiempo 16/5/2018




El álbum de Colombia                                           El Tiempo 19/5/2018
Todo parece indicar que, aun cuando viva abrumada por las noticias de última hora, la sociedad colombiana ha vuelto a interesarse por su Historia: los documentados trabajos del Centro de Memoria Histórica, la 'Historia mínima de Colombia' preparada por Jorge Orlando Melo, la 'Historia de Colombia y sus oligarquías' narrada por Antonio Caballero y el festival 'Nuevas Historias de Colombia', organizado por la librería Lerner de Bogotá, son pruebas incontestables de que hay cientos de investigadores e intelectuales comprometidos con la tarea de reinterpretar los mitos de esta nación en busca de sí misma e iluminar los rincones oscuros de nuestro pasado.
Ahora, luego de un monumental trabajo de restauración, la Alcaldía de Bogotá y la Universidad Nacional de Colombia han publicado un libro extraordinario sobre la Bogotá del siglo XIX a partir de los álbumes del profesor suizo de filosofía e historia Ernst Röthlisberger. También conocido por un magnífico libro de viajes titulado 'El Dorado' –revisado y editado por su hijo Walter–, Röthlisberger vivió y trabajó en Colombia desde 1884 hasta 1889 gracias a una invitación de la Universidad: el álbum de fotografías recién publicado y aquel diario de travesía son los principales testimonios de su fascinación por estos paisajes habitados por estas culturas.
La Colombia de finales del siglo XIX, vista por los ojos emocionados del profesor Röthlisberger, es un país exuberante protagonizado por hombres y por mujeres que merecieron mejor suerte.
Suele decirse que Colombia tiene mala memoria. Que deja pasar de largo las victorias y las derrotas porque el tren de los hechos jamás se detiene. Habría que reconocer, sin embargo, que cada día se cuenta más –desde la literatura, desde el cine, desde la Historia– no solamente el pasado protagonizado por los caudillos, sino el pasado vivido por las personas comunes y corrientes que en los anales parecen condenados a extras, a personajes secundarios en el mejor de los casos: la Colombia de finales del siglo XIX, vista por los ojos emocionados y libres de prejuicios del profesor Röthlisberger, es un país exuberante protagonizado por hombres y por mujeres que merecieron mejor suerte.