"...pasamos
por Las Cejas y llegamos a lo más alto del Quindío, el llamado Boquerón a 3.485 metros sobre el nivel del
mar, a cuyo flanco izquierdo se levanta la misma cumbre nevada del Quindío
(5.150 metros). Soberbia, casi tanto como el panorama de los Llanos, se abre
aquí la perspectiva del valle del Cauca. Aparece como una extensión inmensa
cubierta de negros y sombríos bosques, donde solo algunos pocos ríos han
excavado sus lechos. En la lejanía, formando la rampa del valle, álzase la
Cordillera Occidental, uniforme y de un color negro azulenco. Este agreste
cuadro podría calificarse ciertamente de adusto y grave, a no tenderse sobre él
aquel cielo único, que parece superar en mucho al de Italia por su rutilante
azul y su limpia claridad.
En
rápida subida, por un resbaladizo suelo de arcilla roja, llegamos a la pequeña
ciudad de Salento. La superior
categoría de la población se hacía ya notar por la existencia de telégrafo y de
farmacia. Bajamos luego hacia el río Boquía,
en cuya proximidad encontramos buen asilo nocturno en casa de un antioqueño. De
este encantador y verde valle debimos salir a la mañana siguiente por el Alto del Roble (2.080 metros). Durante
varias horas habían luchado hasta allí con el terrible camino nuestras pobres
cabalgaduras, sucias ya hasta los ollares. Era un terreno de bosque, arcilloso
e inundado. Por el medio día llegamos a
Finlandia, una aldea recién fundada y en la que solo antioqueños se
habían establecido. Era día de mercado y de misa. La plaza se veía enteramente
llena de gente de la nueva colonia, que charlaban sin tregua, interrumpiéndose
tan solo para arrodillarse en el momento de alzar. La música eclesiástica era
horrible. Un quejumbroso clarinete y una trompeta suspiraban de continuo los
mismos compases.
Sopa
de maíz, pan de maíz (arepas) y hasta
un trozo de pan, amén de los fríjoles y la carne de cerdo, platos habituales
de la gente de Antioquia, nos compensaron debidamente de las pasadas fatigas. Y
a la tarde seguimos el viaje, ahora ya sobre terreno seco, a través de unos
bosques magníficos de enormes bambúes y ante los limpios y graciosos ranchitos
de los antioqueños. En todas partes obteníamos, por poco precio, leche o pan de
maíz.
El Quindío propiamente dicho quedaba a
nuestra espalda. El paso es tan sano, tan puro el aire, que raramente acontece
que enferme algún viajero; muchos llegan a afirmar haberse curado allí de
dolencias y malestares, lo que en todo caso es atribuible al mayor ejercicio.
El
28 de diciembre llegamos por fin, después de tres horas de cabalgada, al río La
Vieja, que tiene allí 100 metros de anchura..."
Fragmento
del libro El Dorado-Estampas de viaje y cultura de la
Colombia suramericana
escrito por el Dr. Ernst Róthlisberger (1858-1926), cuya primera edición fue
publicada en Berna en 1897 y la segunda en Stuttgart en 1929, póstuma, ambas en
alemán; la primera edición en español fue publicada en 1963 por el Banco de la
República de Bogotá (481 págs). El autor, de nacionalidad suiza, estuvo a cargo
de la cátedra de Filosofia e Historia de la Universidad Nacional de 1882 a 1885
por petición del gobierno colombiano al Bundesrat (Consejo Federal de Suiza), hecha por Carlos Holguín, en ese
entonces ministro plenipotenciario acreditado ante las cortes española e
inglesa. Después de haber regresado a Suiza, el profesor se casó en 1888 con Inés Ancízar, única hija del escritor y político bogotano Manuel Ancízar (1812 - 1882).
"Colombia fue para mí, aunque no un
El Dorado, sí un país al que, con sus bellezas naturales, su notable evolución
histórica, sus contrastes, sus gentes, he cobrado mucho cariño y al que, con
toda el alma, deseo un porvenir mejor. Allí se me descubrió una rica fuente de
observaciones y experiencias, que invito a compartir conmigo a los propicios
lectores", dice el autor.
Jaime Naranjo Orrego
20/3/13
jaimenao@outlook.com
El Tiempo 16/5/2018
El álbum de Colombia El Tiempo 19/5/2018
El álbum de Colombia El Tiempo 19/5/2018
Todo parece indicar que, aun cuando viva abrumada por las noticias de última hora, la sociedad colombiana ha vuelto a interesarse por su Historia: los documentados trabajos del Centro de Memoria Histórica, la 'Historia mínima de Colombia' preparada por Jorge Orlando Melo, la 'Historia de Colombia y sus oligarquías' narrada por Antonio Caballero y el festival 'Nuevas Historias de Colombia', organizado por la librería Lerner de Bogotá, son pruebas incontestables de que hay cientos de investigadores e intelectuales comprometidos con la tarea de reinterpretar los mitos de esta nación en busca de sí misma e iluminar los rincones oscuros de nuestro pasado.
Ahora, luego de un monumental trabajo de restauración, la Alcaldía de Bogotá y la Universidad Nacional de Colombia han publicado un libro extraordinario sobre la Bogotá del siglo XIX a partir de los álbumes del profesor suizo de filosofía e historia Ernst Röthlisberger. También conocido por un magnífico libro de viajes titulado 'El Dorado' –revisado y editado por su hijo Walter–, Röthlisberger vivió y trabajó en Colombia desde 1884 hasta 1889 gracias a una invitación de la Universidad: el álbum de fotografías recién publicado y aquel diario de travesía son los principales testimonios de su fascinación por estos paisajes habitados por estas culturas.
La Colombia de finales del siglo XIX, vista por los ojos emocionados del profesor Röthlisberger, es un país exuberante protagonizado por hombres y por mujeres que merecieron mejor suerte.
Suele decirse que Colombia tiene mala memoria. Que deja pasar de largo las victorias y las derrotas porque el tren de los hechos jamás se detiene. Habría que reconocer, sin embargo, que cada día se cuenta más –desde la literatura, desde el cine, desde la Historia– no solamente el pasado protagonizado por los caudillos, sino el pasado vivido por las personas comunes y corrientes que en los anales parecen condenados a extras, a personajes secundarios en el mejor de los casos: la Colombia de finales del siglo XIX, vista por los ojos emocionados y libres de prejuicios del profesor Röthlisberger, es un país exuberante protagonizado por hombres y por mujeres que merecieron mejor suerte.
Don Jaime, Felicitaciones por su Blog, los Filandeños y los que no lo somos de nacimiento pero que la queremos como nuestra, sentimos un gran orgullo que Usted pueda generar tan alta calidad de información histórica, que nos permita conocerla, actualizarnos; y que este trabajo que esta colocando a disposición del público sea valorada tanto por la Administración de la cultura y por los entes educativos de la localidad. De nuevo FELICITACIONES..
ResponderEliminarPersonalmente le agradecí su efusivo comentario. Se lo renuevo muy sinceramente. Cordial saludo.
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