miércoles, 20 de marzo de 2013

Finlandia, diciembre 1884


"...pasamos por Las Cejas y llegamos a lo más alto del Quindío, el llamado Boquerón a 3.485 metros sobre el nivel del mar, a cuyo flanco izquierdo se levanta la misma cumbre nevada del Quindío (5.150 metros). Soberbia, casi tanto como el panorama de los Llanos, se abre aquí la perspectiva del valle del Cauca. Aparece como una extensión inmensa cubierta de negros y sombríos bosques, donde solo algunos pocos ríos han excavado sus lechos. En la lejanía, formando la rampa del valle, álzase la Cordillera Occidental, uniforme y de un color negro azulenco. Este agreste cuadro podría calificarse ciertamente de adusto y grave, a no tenderse sobre él aquel cielo único, que parece superar en mucho al de Italia por su rutilante azul y su limpia claridad.
En rápida subida, por un resbaladizo suelo de arcilla roja, llegamos a la pequeña ciudad de Salento. La superior categoría de la población se hacía ya notar por la existencia de telégrafo y de farmacia. Bajamos luego hacia el río Boquía, en cuya proximidad encontramos buen asilo nocturno en casa de un antioqueño. De este encantador y verde valle debimos salir a la mañana siguiente por el Alto del Roble (2.080 metros). Durante varias horas habían luchado hasta allí con el terrible camino nuestras pobres cabalgaduras, sucias ya hasta los ollares. Era un terreno de bosque, arcilloso e inundado. Por el medio día llegamos a Finlandia, una aldea recién fundada y en la que solo antioqueños se habían establecido. Era día de mercado y de misa. La plaza se veía enteramente llena de gente de la nueva colonia, que charlaban sin tregua, interrumpiéndose tan solo para arrodillarse en el momento de alzar. La música eclesiástica era horrible. Un quejumbroso clarinete y una trompeta suspiraban de continuo los mismos compases.
Sopa de maíz, pan de maíz (arepas) y hasta un trozo de pan, amén de los fríjoles y la carne de cerdo, platos habituales de la gente de Antioquia, nos compensaron debidamente de las pasadas fatigas. Y a la tarde seguimos el viaje, ahora ya sobre terreno seco, a través de unos bosques magníficos de enormes bambúes y ante los limpios y graciosos ranchitos de los antioqueños. En todas partes obteníamos, por poco precio, leche o pan de maíz.
El Quindío propiamente dicho quedaba a nuestra espalda. El paso es tan sano, tan puro el aire, que raramente acontece que enferme algún viajero; muchos llegan a afirmar haberse curado allí de dolencias y malestares, lo que en todo caso es atribuible al mayor ejercicio.
El 28 de diciembre llegamos por fin, después de tres horas de cabalgada, al río La Vieja, que tiene allí 100 metros de anchura..."

Fragmento del libro El Dorado-Estampas de viaje y cultura de la Colombia suramericana escrito por el Dr. Ernst Róthlisberger (1858-1926), cuya primera edición fue publicada en Berna en 1897 y la segunda en Stuttgart en 1929, póstuma, ambas en alemán; la primera edición en español fue publicada en 1963 por el Banco de la República de Bogotá (481 págs). El autor, de nacionalidad suiza, estuvo a cargo de la cátedra de Filosofia e Historia de la Universidad Nacional de 1882 a 1885 por petición del gobierno colombiano al Bundesrat (Consejo Federal de Suiza), hecha por Carlos Holguín, en ese entonces ministro plenipotenciario acreditado ante las cortes española e inglesa. Después de haber regresado a Suiza, el profesor se casó en 1888 con Inés Ancízar, única hija del escritor y político bogotano Manuel Ancízar (1812 - 1882).

"Colombia fue para mí, aunque no un El Dorado, sí un país al que, con sus bellezas naturales, su notable evolución histórica, sus contrastes, sus gentes, he cobrado mucho cariño y al que, con toda el alma, deseo un porvenir mejor. Allí se me descubrió una rica fuente de observaciones y experiencias, que invito a compartir conmigo a los propicios lectores", dice el autor.

Jaime Naranjo Orrego
20/3/13


jaimenao@outlook.com





































El Tiempo 16/5/2018




El álbum de Colombia                                           El Tiempo 19/5/2018
Todo parece indicar que, aun cuando viva abrumada por las noticias de última hora, la sociedad colombiana ha vuelto a interesarse por su Historia: los documentados trabajos del Centro de Memoria Histórica, la 'Historia mínima de Colombia' preparada por Jorge Orlando Melo, la 'Historia de Colombia y sus oligarquías' narrada por Antonio Caballero y el festival 'Nuevas Historias de Colombia', organizado por la librería Lerner de Bogotá, son pruebas incontestables de que hay cientos de investigadores e intelectuales comprometidos con la tarea de reinterpretar los mitos de esta nación en busca de sí misma e iluminar los rincones oscuros de nuestro pasado.
Ahora, luego de un monumental trabajo de restauración, la Alcaldía de Bogotá y la Universidad Nacional de Colombia han publicado un libro extraordinario sobre la Bogotá del siglo XIX a partir de los álbumes del profesor suizo de filosofía e historia Ernst Röthlisberger. También conocido por un magnífico libro de viajes titulado 'El Dorado' –revisado y editado por su hijo Walter–, Röthlisberger vivió y trabajó en Colombia desde 1884 hasta 1889 gracias a una invitación de la Universidad: el álbum de fotografías recién publicado y aquel diario de travesía son los principales testimonios de su fascinación por estos paisajes habitados por estas culturas.
La Colombia de finales del siglo XIX, vista por los ojos emocionados del profesor Röthlisberger, es un país exuberante protagonizado por hombres y por mujeres que merecieron mejor suerte.
Suele decirse que Colombia tiene mala memoria. Que deja pasar de largo las victorias y las derrotas porque el tren de los hechos jamás se detiene. Habría que reconocer, sin embargo, que cada día se cuenta más –desde la literatura, desde el cine, desde la Historia– no solamente el pasado protagonizado por los caudillos, sino el pasado vivido por las personas comunes y corrientes que en los anales parecen condenados a extras, a personajes secundarios en el mejor de los casos: la Colombia de finales del siglo XIX, vista por los ojos emocionados y libres de prejuicios del profesor Röthlisberger, es un país exuberante protagonizado por hombres y por mujeres que merecieron mejor suerte.



2 comentarios:

  1. Don Jaime, Felicitaciones por su Blog, los Filandeños y los que no lo somos de nacimiento pero que la queremos como nuestra, sentimos un gran orgullo que Usted pueda generar tan alta calidad de información histórica, que nos permita conocerla, actualizarnos; y que este trabajo que esta colocando a disposición del público sea valorada tanto por la Administración de la cultura y por los entes educativos de la localidad. De nuevo FELICITACIONES..

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  2. Personalmente le agradecí su efusivo comentario. Se lo renuevo muy sinceramente. Cordial saludo.

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